martes, 5 de febrero de 2008

JOYAS PERDIDAS: "COÑOS"


Querría abrir una nueva sección entre las etiquetas: JOYAS PERDIDAS, o JOYAS ESCONDIDAS o algo del estilo. Se trata de ir incorporando comentarios sobre libros, películas, música, artículos, hasta gastronomía... bueno, placeres en general... Pero de piezas que no están en el común mental de todos... bien porque fueron mal difundidas, porque han pasado de moda...
Me encantaría compartir con mucha gente esas joyas desconocidas, pero con un miedo, yo doy de sí lo que doy (poquito) y tal como está la participación en el blog, me temo que mi deseo sea de poco alcance.. así que los que leais esto... por favor animaros a compartir vuestras joyas.

Empiezo con un librito que me pareció una maravilla "COÑOS" de Juan Manuel de Prada. Su primer libro con cierta fama. Juan Manuel de Prada estuvo de estudiante en Salamanca y luego marchó a Madrid al toque de su fama inicial. Con poco criterio literario (no soy nada especialista) creo que después de este libro, que me dejó encantado y ansioso por seguir leyéndole, perdio mucha frescura. Después consiguio el premio Planeta y su columna en el ABC, sus tertulias... pero como este librillo creo que no!!!.

Se trata de relatos breve sobre distintos "coños". A saber: Los anticipos del coño, El coño de alquiler, La flor roja, El coño de la violonchelista, Coños codificados, Alegoriás de salón; el coño de las desconocidas, coños de papel cuché, arqueología del coño, la faquiresa, el coño de las sonámbulas, el coño de las vírgenes, el coño de las batutsis, el coño de la gitanilla, el coño de la profesora particular.... etc etc (no llevo ni la tercera parte)... todo un librillo para gourmets, irónico, algo erótico (como no), aveces completamente loco, poético... Muy muy recomendable (y me imagino que difícil de encontrar):
Allá va, por ejemplo el último coño nombrado.

EL COÑO DE LA PROFESORA PARTICULAR.
Suspendíamos adrede en junio, para que nuestro papá contratase a esa profesora que daba clases a domicilio. ¡Qué zozobra la de los minutos que precedían al encuentro con nuestra profesora particular! Llegaba deprisa y corriendo ajetreada de autobuses y caminatas, con un revuelo de gabardinas y cartapacios. La profesora particular, sabia en todas las disciplinas, salvo en el inglés, dedicaba el lunes a las matemáticas, el martes al latín, el miércoles a la geografía (ay, el atlas desdoblado de sus nalgas), y en este plan. La profesora particular solía llamarse Laura, o Sofái, o Sonia, nombres entre la vulgaridad y el deslumbramiento, y fuardaba la línea a rajatabla, hhasta el punto de aparentar cierta desnutrición (pero era una falsa delgada). Laura, o Sofía, o Sonia, se acercaba para explicarnos una duda, embalsamando nuestra adolescencia con el aroma de una juventud consumada. Se le veían, pro debajo de la gabardina, unas rodillas como monedas de pan, veteadas de cicatrices que aún recordaban su niñez de tropiezaos y magulladuras, y nosotros alargábamos una mano y tocábamos esos panes diminutos que, como en el milagro de la eurcaristía, se convertían en carne. Laura, o Sofía, o Sonia, nos dejaba poner una mano sobre sus rodillas, siempre que no nos propasáramos y la dejásemos quieta, como un gato que reposa la digestión sobre el regazo de su ama, pero nosotros insistíamos y le apartábamos la falda (esas faldas de tartán o tela escocesa, plisaditas y con hebillas, reminiscencia del uniforme colegial), y nuestra mano dejaba de ser gato y se hacía tarántula para recorrer sus muslos, algo más anchos de lo que a simple vista parecían, pero igualmente adorables. Laura, o Sofía, o Sonia, solía tener un novio mayor que ella cuya fortaleza invocaba para disuadirnos:
- Mira que si se entera mi novio te va a pegar un mamporo.
- Tu novio no se entera si tú no te chivas.
Y llegábamos a las bragas, a ese triángulo de seda dormida que protege el coño de las profesoras particulares, y depositábamos a llí la mano, entre los muslos de paredes blandas, y notábamos un atisbo de humedad, una mancha cálida aflorando en las bragas, y Laura, o Sofía, o Sonia, seguía invocando a su novio, ese galán de suburbio que nada podría hacernos mientras ello no se fuese de la lengua. El coño de Laura, o Sofía, o Sonia, que sólo llegábamos a tocar por encima de las bragas, tenía sinuosidades incomprensibles, esguinces que acariciábmaos con la punta de los dedos y que, maás tarde, en la soledad ciega de las sábanas, homenajeábamos.
Laura, o Sofía, o Sonia, interrumpía la lección, más nerviosa que indignada, y se marchaba deprisa y corriendo, como había venido, en un ajetreo de autobuses y caminatas que la conduciría hasta la casa de otro chico igualmente afortunado. En septiembre, por supuesto, volvíamos a suspender, y nuestro papá contrataba a otra profesora particular que se llamaba Laura, o Sofía, o Sonia, etcétera, etcétera.



Sinceramente vuestra. SELENIA

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