Por lo que he visto por ahí, en otros blog, yo debería comentar el último libro que me he metido entre pecho y espalda. No sé, será así; pero sin mucha pasión.
Es FIRMIN, de Sam Savage.
Lo cogí y lo comencé con pasión. Ha sido un superventas en EEUU y rompedor, inesperado y bla bla bla. Y la historia lo podía prometer. La historia de una rata de biblioteca.
Bueno, pues pssipssi, no mal, algún trozo bueno o muy bueno, pero en general un librillo más que se deja leer para pasar el rato (vamos que si tenéis algo por ahí verdaderamente bueno, no os lo leais, de lo contrario, pasaréis un rato majo).
A ver, para los amantes de rarezas sexuales: zoofilia e incesto al mismo tiempo.... ¿cómo será la pasión de una rata macho por su hermana?
Pues ahí la tenéis.
"Repasando ahora mi relato de la primera salida con mamá y Luweena (la hermana) al territorio salvaje de más allá de nuestro sótano, veo que he pasado por alto un pequeño incidente. Fue, en mi opinión, algo completamente trivial (...), además, no fue exactamente un incidente, fue más bien una provocación, o, digamos, un intento de provocación, por parte del peludo trasero de Luweena.
Mientras la seguía por el callejón, el trasero, como ya he mencionado, subía y bajaba delante de mis narices. Arriba, abajo. Y lo más ridículo era que Luweena se empeñaba en llevar la cola en un ángulo también estimulante, un ángulo que no sería injusto calificar de descocado. Descocado y provocativo. Mientras nos arrastrábamos en fila india por el callejón, su trasero ocupaba por completo mi campo de visión, invadiendo mi consciencia e impidiéndome pensar en ninguna otra cosa, ni siquiera en la comida o el peligro. y luego, claro, estaba el olor. No puedo esperar, imagino, que usted comprenda este aspecto de la cuestión, el irresistible poder de aquella fragancia. Me tenía a punto de lanzarme sobre ella como un loco. Sentía que la entrepierna me impulsaba hacia adelante. Me imaginé saltando sobre Luweena desde detrás e hincándole los incisivos en el pellejo del cuello, mientras ella arqueaba su largo y musculoso lomo, alzaba el culo al aire y, con un chillido de deliciosa agonía, se entregaba a mí. Fue horrible. Pero también, afortunadamente, muy corto. Estábamos ya llegando al final del callejón, acercándonos a las luces de la calle Hannover. Pasó rugiendo un camión y mi súbito apasionamiento, con lo fuerte que era, se desvaneción en el estrépito. Nada había ocurrido. Y nada ocurriría, porque en aquel momento nos encontrábamos ya a sólo unos pocos metros y minutos de aque punto crucial en que me quedé parado en la acera, con una pata levantada, miranto a aquellos ángeles (mujeres). Voya a abrirle mi corazón: el impulso de violar a mi hermana en un callejón fue el último momento de deseo sexual normal y corriente que he experimentado en mi vida. Aquella noche, al salir, yo era, a pesar de mi inteligencia, un macho bastante común. Al volver ya estaba muy adelantado el proceso por el que me transformaría en un pervertido, en un fenómeno de feria". (Y es que le encantaban las mujeres, humanas, se entiende).
Sinceramente vuestra. SELENIA
lunes, 14 de julio de 2008
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